CALLE MAYOR (1956)

Producción: Suevia Films-Cesáreo González (Madrid), Play Art (París) e Iberia Films (París), 1956. Productor: Manuel J. Goyanes. Guión: Juan Antonio Bardem, inspirado en una farsa de Carlos Arniches. Fotografía: Michel Kelber (B/N). Música: Joseph Kosma e Isidro B. Maiztegui. Decorados: Enrique Alarcón. Montaje: Margarita Ochoa. Maquillaje: Carmen Martín. Ayudante de dirección: José Puyol. Secretaria de dirección: Carmen Pageo. Jefe de producción: Manuel J. Goyanes.

Intérpretes: Betsy Blair (Isabel), José Suárez (Juan), Yves Massard (Federico), Luis Peña (Luis), Dora Doll (Tonia), Alfonso Goda (Calvo), Manuel Alexandre (Luciano), José Calvo (doctor), Matilde Muñoz Sampedro (chacha), René Blancard (Don Tomás), María Gámez (madre), Lila Kedrova (Pepita), Josefina Serratosa (Doña Obdulia), Julia Delgado Caro, José Prada, Pilar Gómez Ferrer, Manuel Guitián, Margarita Espinosa, Pilar Vela, Elisa Méndez, Ángeles Bermejo, Amelia Orta.

Una pequeña ciudad de provincias. Una catedral, un río y una plaza con soportales. Y una Calle Mayor. Sobre todo una Calle Mayor. Hay tres cosas que son el diapasón de esta ciudad: las campanas de la catedral, los seminaristas por la alameda, en el crepúsculo, de tres en tres y el paseo por la Calle Mayor.

Isabel tiene ahora treinta y cinco años. Es soltera aún. Eso quiere decir que ha fracasado. Claro. Salió del convento de las monjas hace diez y ocho años. Diez y ocho años esperando. Y venga a esperar. Y venga a pasear arriba y abajo por la Calle Mayor.

Juan y sus amigos se aburren. Siempre, los mismos lugares, rostros idénticos, días iguales persiguiéndose. Quizá por eso, ellos han descubierto que el mejor espectáculo es el prójimo. Sobre todo, si no se le ama, si uno es ajeno a él. Entonces, puede ser la mejor diversión. Sí, uno puede jugar con el prójimo. ¿Cuál es el procedimiento? La broma.

Juan, de acuerdo con sus amigotes, va a decir a Isabel que la ama, que la quiere como novia, que quiere casarse con ella. Los demás cada noche, después de las entrevistas de Isabel y Juan, van a reir. Y mientras tanto, Isabel va a ser absolutamente feliz. Ya no tendrá que esperar más. Hasta podrá, al fin, bailar en el Gran Baile de Otoño del Casino.

¿Y Juan? Juan es cobarde. Huye de producir dolor al prójimo. No afrenta las situaciones y deja que las cosas se estiren, se retuerzan, se compliquen. Por eso miente, y para tapar la mentira, miente otra vez. La broma sigue. Isabel es feliz y Juan no sabe qué hacer ya para detener esa enorme bola de nieve que él mismo ha formado. Está a punto de fijarse la fecha de la boda. ¿Qué puede hacer Juan? Sus amigos, los alegres amigos de la broma, quieren llegar hasta el final. Tonia, esa mujer del café de Pepita que ama a Juan en silencio, le incita a decir la verdad a Isabel. Federico, su amigo, su único amigo en realidad, le emplaza a decir esa verdad. La verdad, aunque Isabel se destroce.

Juan no puede, no es capaz. Pienso un instante en quitarse de enmedio. Es cobarde. Huye. Se esconde.

Federico dirá a Isabel la verdad en ese gran salón vacío, ya adornado para el baile de esta noche, el Gran Baile de Otoño. Federico quiere que Isabel huya, que escape, Hasta le brinda acompañarla a Madrid. Todo, antes de que ellos ganen, que la broma triunfe. Cualquier cosa antes que la risa de esos hombres.

Isabel, un momento, cree en esa salida. Llega a la estación. El tren está a punto de partir, Federico la espera. El hombre de la tequille pregunta a Isabel una sola cosa: ¿Dónde? Isabel comprende. Ella ya no puede escapar de esa ciudad donde tantas pequeñas y dulces y terribles raíces la retienen. Por eso Isabel volverá a su sitio, Calle Mayor arriba, a su casa y se quedará allí, apoyada en los cristales de su ventana, junto al maniquí con el vestido para el Gran Baile que ahora está empezando.

Isabel, allí, tras la ventana, mira sin ver la Calle Mayor.

[del pressbook original de 1956]