Pueblo - 16-19 Mayo 1960

Juan Antonio Bardem cuenta su vida.
Pequeña historia de grandes personajes.

1

Juan Antonio Bardem está en su despacho de la calle Marqués de Urquijo. Un director de cine, encerrado en una oficina es como un mariscal que planea en la retaguardia las batallas.

Bardem está materialmente sitiado por papeles. En la pared, clavados como mariposas, los figurines que hizo Zamorano para Sonatas. Con frecuencia entra una secretaria para decirle que fuera aguarda un actor y que viene con fotografías.

Este discutido director de cine está ahora ocupado en los últimos preparativos para el rodaje de su próxima película, titulada “A las cinco de la tarde”.

Sale de detrás de su mesa, poniendo en pie su larga y ancha figura, ajustándose en el puente de la nariz sus gafas grandes de intelectual.

-Tengo que empezar por decir que uno de mis mayores orgullos es ser hijo de cómicos. Nací en Madrid el 2 de junio de 1922, en la calle de Valverde, en casa de mi abuela materna. Allí vivían también mis tías Guadalupe y Mercedes Muñoz Sampedro.

Sus padres trabajaban por aquel tiempo en una compañía de teatro en Madrid.

-Cuando yo cumplo seis meses, coincide con que mi padre tiene que incorporarse a una compañía que trabajaba en Buenos Aires. Como no había combinación de barcos para la fecha en que precisaba salir, tomo pasajes en un transatlántico francés que tocaba en Lisboa, y donde dejaban tren compañías de revistas francesas, compuestas naturalmente por señoritas maravillosas que iban a trabajar a América.

El matrimonio Bardem llega a Buenos aires y se incorpora a la compañía de Ernesto Vilches e Irene López Heredia, para interpretar comedias de Oscar Wilde.

-Allí permanecemos dos años, en los cuales yo no me entero de nada, aunque recorro, acompañando a mis padres, casi todas las Repúblicas de América de Sur. Tengo una idea nebulosa de un terremoto en Valparaíso, de que me rompo una ceja en un barco, a la altura de Antofagasta, y de que me hacen muchas fotografías. De esas que luego guarda la familia en un álbum, escribiendo al margen los años y los meses que había cumplido el niño cuando le tomaron la fotografía.

En Madrid.

Ya esta en Madrid la familia nuevamente. Los padres van da una compañía a otra, con esa antigua y alegre eventualidad laboral que tiene el teatro y de la cual necesitan los cómicos para su vida de aventura.

El primer hogar es cuando yo tengo ya cinco años. La casa estaba situada en la calle de Jorge Juan, esquina a Castelló. Debajo había una vaquería. En aquella casa se muere un pájaro, a quien entierro yo mismo haciendo un hoyo en la tierra donde estaba plantada una acequia, en la acera de la casa.

Le envían al colegio de San José de Calasanz, un colegio muy grande, donde él era el alumno más pequeño.

-Allí no hice nada. Al año siguiente voy al colegio de Nuestra Señora del Pilar, a los Marianistas.

Le pregunto que si recuerda algo del Madrid por el que empezaba a dar sus primeros pasos de la mano de su padre.

-Poco recuerdo. Vivíamos ya en Sáinz de Baranda, que entonces eran desmontes y casi las afueras de Madrid. Allí me llevaba mi padre a echar la cometa. Por la calle de General Mola, si no estoy equivocado, traían conducidos los toros a la plaza vieja, donde hoy esta el Palacio de Deportes. Se oían los cencerros de los cabestros.

Bardem, espectador de cine mudo.

Cambiamos recuerdos de las primeras películas que hemos visto de niños. Nos referimos, naturalmente, al cine mudo. Bardem tiene un recuerdo muy claro de como era aquel cine de verano que estaba en la esquina de General Mola y Alcalá.

-Me llevaron a ver “¡Viva Madrid que es mi pueblo!”, película en la que trabajaba Marcial Lalanda. No era esta la primera película que yo veía, pues anteriormente había ido a ver la versión muda de “Nobleza baturra”, donde llore mucho en aquella escena en que el baturro va sobre su borriquillo por el medio de la vía del ferrocarril, mientras que el tren, a muy pocos metros, iba pitándole. En los letreros se leía la contestación del baturro: “Chifla, chifla, ¡cómo no te apartes tú!”

Entran en el despacho unos señores con carpetas llenas de papeles, como para despachar con el director: pero Bardem esta ahora sumergido en el anacronismo del cine mudo y no puede despachar. En vista de ello, los señores de las carpetas llenas de papeles se van.

-También en el coliseo Pardiñas vi “El capitán Blood”, muda, donde hay una batalla naval entre corsarios. En el cine habían puesto una especie de traca y al llegar la batalla le daban fuego, produciéndose en la sala un gran estrépito y el consabido susto de los espectadores mayores. Todos los niños rompíamos a llorar copiosamente.

Estampa del romanticismo.

Este recuerdo es como una estampa del romanticismo, en la que el tema principal es la muerte. Bardem habla de su tía abuela, Mercedes Sampedro, actriz y fundadora de una autentica dinastía de actrices.

-Había trabajado en el Infanta Isabel. Un día me llevaron al teatro y la vi actuar en una obra cuyo nombre no recuerdo, de la que únicamente puedo decir que todos los actores iban vestidos de esquiadores. Yo estaba en el escenario, entre bastidores.

Cuando se puso enferma estuvo largo tiempo retirada de la escena.

-Yo la recuerdo en la cama, con los brazos extendidos sobre el embozo. No me daba cuenta de que estaba enferma. Los niños no suelen captar estas cosas. Pensaba que estaba en la cama, ¡no se…!, como podría estar sentada en una butaca. Yo la entretenía haciendo guiñol con un guante suyo. Le divertían mucho mis invenciones. Un día ya no me dejaron entrar. Yo vi, a través de la puerta entornada de su cuarto, muchas velas y flores.

Por aquel tiempo escribe una larga carta a los Reyes Magos y se encuentra a los pies de la cama el “Pathe Baby” que había pedido. Allí pone películas del Gato Félix, de Charlot y de La Pandilla.

-Mamá me construyó, con un bastidor y una sábana, el escenario que necesitaba. Al frente de este, escribió con purpurina: “Cine de Juan Antonio Bardem”.

La viuda del maestro Ayguadé.

La familia Bardem la componían, principalmente, sus padres y el niño, además de la niñera. Era esta la viuda del maestro Ayguadé, que había dirigido una orquesta en América, con la que actuaban todas las compañías de Zarzuela española que iban allí contrastadas.

-Esta niñera mía se había quedado viuda en América y mis padres la conocieron allí. Aunque entro en casa como niñera, llego a ser, con el tiempo, como la madre de todos nosotros.

Un día, ya en Madrid, Juan Antonio Bardem sale con su niñera a la calle. No sabia adonde se dirigían, cuando la niñera le conduce de la mano por la calle del Barquillo y se detienen ante la entrada de artistas de un teatro.

-Creo que era el teatro Apolo. Allí estaba trabajando Jacinto Guerrero, que había sido violín de la orquesta de Ayguadé. No primer violín, sino uno de tantos, cuando era desconocido y pobre. Mi niñera iba a pedirle una función beneficio en homenaje a la memoria de su marido. No llegó a realizarse nunca y yo creo que por aquello tuve yo siempre poca simpatía por Jacinto Guerrero.

Presencia un suicidio y conoce a Ricardo Zamora.

Luego se mudan a la calle de Lope de Rueda, donde aún viven sus padres. Es el año en que nace su hermana Pilar, que ocho años más tarde iba a morir en San Sebastián. Los padres trabajan en teatros de Madrid, durante las temporadas de invierno, y se van a provincias en el verano.

-A mi me dejaban en Madrid, con la niñera. En uno de estos veranos, una tarde que estaba estudiando, oigo mucho ruido en la escalera. Salí precipitadamente y me enteré que una vecina se había suicidado rociándose el vestido con gasolina. Recuerdo vagamente que algún vecino le echó un colchón encima. Me causó una profunda impresión y durante muchos años, cada vez que oía ruido en la escalera o en los pasillos, me sobresaltaba.

Los padres habían evitado desde el principio su contacto con el ambiente de teatro. Por eso apenas conoce los camerinos, ni los escenarios, ni ve a los artistas maquillarse. Es un niño como todos los demás, aunque con antecedentes de familia de cómicos por los cuatro costados

-Los domingos mi padre me llevaba al campo del Nacional, que estaba cerca de la calle O’Donnell. Allí me presento a Ricardo Zamora, que era mi ídolo. Zamora se había fracturado una clavícula y no jugaba. Me dio la mano. Durante mucho tiempo estuve presumiendo en el colegio de que Zamora me hubiese dado la mano. Mis primeros dibujos, que todavía conserva mi madre, eran de futbol y de futbolistas.

De vez en cuando estos relatos de Juan Antonio Bardem me recuerdan el clima de aquel libro delicioso de Giovanni Mosca que se llama “Ricordi di Scuola”, en el que cuenta la vida y las inquietudes de los muchachos en la escuela.

-No me gustaban nada las matemáticas: pero me divertía dibujando y haciendo los ejercicios de redacción. Entonces, además de Salgarl, leo las obras de teatro que tienen mis padres en casa. Ya veo a los actores maquillarse, comer, fumar pitillos en sus cuartos de los teatros. No me lleva nadie, sino que soy yo mismo quien va. Asisto a lecturas de obras de Arniches y de los hermanos Quintero, que luego veo representar entre bastidores.

Descubre Castilla.

A los doce años Juan Antonio Bardem descubre Castilla, con gran sorpresa. Su impacto iba a influir mucho en varios ordenes de su pensamiento.

-Fue un verano en que me mandaron al pueblo de una de las criadas de la casa. Era en la provincia de Ávila, en Cardeñosa. Sufro mucho al principio, porque me acuerdo de una chica que había conocido en San Sebastián, donde trabajaban mis padres y donde descubrí el mar. A los pocos días me olvidé de aquella chica de San Sebastián, porque conocí a la sobrina de la maestra, que apareció por allí, y estuvo dos días.

Suena uno de los dos teléfonos que Bardem tiene a un lado de la mesa de su despacho. Se levanta. Le contesta a alguien que bueno, que puede pasar a recoger su guion porque ya lo ha leído. El noventa por ciento de los españoles, han escrito una novela, una comedia, un guion de cine.

-La sobrina de la maestra iba de luto. Debía tener doce años, como yo. Era una criatura deliciosa, y un día, jugando en la estación, no sé cómo, me dio un beso.

Deposita la ceniza del pitillo en el cenicero y sonríe a aquel inocente episodio de la niñez.

-No sé si esto tiene interés. Yo, entre tanto, me tenía por un veraneante de Madrid y hasta creo que presumía de ello cuando tenía ocasión, sin saber que el ambiente me ganaba a medida que pasaba el tiempo, pues los niños tienen una gran facilidad para que los ambientes influyan sobre ellos. Me habían cortado el pelo como a los chicos del pueblo y con ellos iba a cazar pájaros con liga, que luego llevábamos a vender. Cierta tarde llegaron al pueblo unos autobuses con chicos de Madrid que iban de excursión. Yo me acerqué a ellos y les dije que era también de Madrid y no me creyeron. Me tomaron por un indígena.

La sentencia del quincallero.

Vivía Juan Antonio Bardem en casa del herrador del pueblo; una casa llena de moscas y circundada por caballerías. Aquello tenía para él su atractivo y enseguida empezó a sentir admiración por Arsenio, el herrador, a quien seguía a todas partes, sobre todo cuando le llamaban a las fincas del contorno para que herrase las caballerías.

Arsenio, el herrador, era cojo, y montaba un borriquillo para trasladarse a las fincas donde reclamaban sus servicios. Juan Antonio iba a pie, a su lado. Un día se encontraron en el camino con un quincallero amigo de Arsenio el herrador. Hicieron el viaje juntos.

-Y el chico, ¿quién es?

-Hijo de los señores de Madrid donde trabaja “la Eulalia”, mi hermana.

El quincallero le miro al chico con recelo.

-Y tú, ¿qué vas a ser cuando seas mayor?

El chico le dijo, por contestar algo y quizá por haberlo oído en su casa:

-Voy a ser ingeniero.

El quincallero se quedó en silencio y le clavó una mirada desdeñosa. Seguían las caballerías por el camino polvoriento, bajo el sol castellano. Se oía el canto de las chicharras.

En medio de aquel silencio, el quincallero sentenció:

-Tú, ¿ingeniero…? ¡Bah…! Tú no serás nunca nada.

Algún tiempo después, cuando Juan Antonio Bardem era suspendido en alguna de aquellas asignaturas que no estudiaba porque no le gustaban nada, se acordaba de la sentencia del quincallero y entraba en aprensión.

El teatro de cerca. – Le asoman a una cámara de cine.

Va al teatro, que empieza a interesarle mucho.

-No obstante, mis pocos años, me doy cuenta que en teatro hay algo más que aquel teatro costumbrista al uso. Me acuerdo de la Xirgu en el Español, haciendo “La sirena varada”, de Alejandro Casona, y “Yerma”, de García Lorca. En el teatro que se estrenaba entonces en Madrid salía mucho en señorito andaluz, marchoso, y la gitana, y todas esas cosas que a mi ya no me gustaban nada.

La guerra. Sus padres trabajan en Vitoria. Bardem se había quedado aquel verano con su niñera en Madrid.

-Entonces nos fuimos a Barcelona, donde tengo unos tíos. Allí empecé a ver el cine como un mundo maravilloso, pues la casa de mis tíos estaba enfrente de la Metro-Goldwyn-Mayer. Mi prima Conchita trabajaba en el teatro de aficionados. En su casa jugábamos a hacer películas. Nos inventábamos historias y yo era siempre el director. Ya en Aranjuez, antes de la guerra, había entrado por primera vez en un estudio de cine, donde Ernesto Vilches hacia una película que se llamaba “El 113”. Fue cuando me asome a una cámara de cine con gran sorpresa de que las figuras se viesen en color en vez de blanco y negro.

No sabía entonces que su destino estaba allí, en lo que se veía a través de una cámara de cine, aunque empezase a presentirlo como un vago rumor de cosas que más tarde iban a proclamarse en su espíritu.

2

Nuestra guerra había terminado. Juan ya era bachiller y soñaba con ser campeón de natación. Había participado en algunas competiciones.

En Barcelona le dice su padre:
-Tienes que pensar que carrera quieres seguir.

Juan Antonio Bardem, que ya tenía afición al cine, le contestó a su padre que quería ser ingeniero de sonido, por no decirle directamente a bocajarro que deseaba trabajar en el cine.

-En San Sebastián, durante la guerra, me agregué a una compañía de teatro que dirigía Jesús María de Arozamena, llamada “El Corral de la Pacheca”. No trabaje como actor, sino como regidor y traspunte. Íbamos por los pueblos a representar “El genio alegre”, de los hermanos Quintero, y llevábamos unos decorados que nos presto Carmen Diaz. Se pasaba muy bien porque había en la compañía chicas muy monas y viajábamos con ellas en el autobús.

Su padre va a ver al ingeniero de los estudios de doblaje de la Metro para informarse como podría estudiar Juan Antonio la carrera de ingeniero de sonido. Le dice que esa era una especialidad que había que estudiarla en el extranjero. Por esta razón quedó descartada en el porvenir de Juan Antonio Bardem la posibilidad de ser ingeniero de sonido, aunque algún tiempo después supiese que podía estudiarse en el I. C. A. I.

-Por ese tiempo me gustan las matemáticas y la biología. Entonces, por aquello de que lo bueno es una carrera segura, estudio ingeniero agrónomo. Al mismo tiempo que preparo el ingreso en la Escuela Especial de Ingenieros, voy a la academia de Cibrián Rodrigáñez.

Lecturas desordenadas en el albor de una fuerte vocación literaria. Al mismo tiempo asiste a los conciertos y se le ve en el patio de butacas durante los ensayos de la Orquesta Filarmónica de Madrid.

-¿Sigues nadando?
-Sigo nadando con el Canoe, teniendo como entrenador al viejo Granados, y luego a Manolo Martínez y a Carlos Piernavieja y a Juan Hoffman.

Encuentra un libro revelador.

Un día encuentra en casa de un primo suyo un libro revelador. Está escrito y publicado en inglés, tiene las pastas color naranja y su autor se llama V. L. Pudovkin. Bajo este nombre lee el título del volumen: “Film Technique”.

-Este libro me descubre el cine. Me demuestra como el cine es el más fabuloso medio de expresión.

Es un tiempo de inquietante formación y de sorprendentes descubrimientos.

-Tengo un gran amigo que luego había de morir joven. Me convenzo de que nunca llegaré a campeón de natación y dejo de nadar para estudiar.

Este Bardem es todavía un muchacho que busca películas, siguiéndoles la pista por los cines de barrio.

-Yo era un analfabeto cinematográfico porque entonces como ahora el cine que se exhibía era muy limitado y muy malo en general. No había posibilidad de ver las grandes obras maestras del cine. Por eso te digo que mi formación cinematográfica era deficiente.

Mientras ocurrían todas estas cosas, aparentemente intrascendentes, Bardem había ingresado ya en la Escuela de Ingenieros. Su problema consiste entonces en que a medida que va escalando cursos en su carrera, crece su inquietud por el cine.

-Ya se plantea el dilema que tenía que resolver al final: mi carrera de ingeniero o el cine. Por aquel tiempo las cosas en casa van muy mal. Papá había formado una compañía de teatro que fracasó, y es un periodo familiar de catástrofe económica. Doy clases particulares de matemáticas por las tardes y voy al cine siempre que puedo.

Más cerca del cine.

En 1946 Juan Antonio Bardem se entera de que existe en el Ministerio de Agricultura un departamento de cine que dirigía el ingeniero marqués de Villalcázar.

-Fui a ver a este señor y me ofrecí como meritorio. Es allí donde por primera vez entro en contacto con la materialidad del cine.

-¿Qué trabajos hiciste allí?

Bardem sonríe, acordándose quizá de aquel Bardem de los veintipocos años que soñaba con ser director de cine.

-¿Qué hice allí?… ¡Nada!… Alguna vez le acompañe al rodaje de algún documental; pero mi ayuda era puramente material; llevar el trípode de la cámara. Pero en mi el hecho cinematográfico era ya irresistible.

Un año más tarde, en 1947, se funda en Madrid el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas.

-La sorpresa fue cuando me matriculé en el Instituto, pues creí que mi caso era único, que el cine no le interesaba más que a mí. Cuando yo llegue había más de trescientos matriculados. Allí conocí y empezó mi amistad con Luis García Berlanga y con otros muchos amigos: Florentino Soria, Agustín Navarro, Baena, Cobos, Carlos Grande, etcétera.

Estudia el último año de la carrera de ingeniero, en medio de enormes dudas sobre cuanto le rodea. Sus amigos le ayudan a pensar en sus decisiones. Puede buscar trabajo para comenzar a ejercer su carrera, que ya está terminando; pero no solamente no lo busca, sino que rechaza oportunidades porque estas le alejarían de Madrid, donde esta concentrado el mundo del cine.

-En 1948 obtengo el título de ingeniero agrónomo. Sigo en Madrid; pero es angustioso. Me sale un empleo muy bueno como ingeniero; pero fuera de Madrid. Se lo cuento en un café a Florentino Soria y él me anima, diciéndome que mi porvenir está en el cine. Entonces, rechazo el empleo y sigo dando clases particulares de matemáticas y estudiando en el Instituto.

Un premio y una colaboración periodística.

Cuando termina el primer curso en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas le conceden un premio como el alumno más destacado del curso.

-Con aquel dinero me compré una gabardina y luego nos fuimos a cenar los amigos: Florentino Soria, Berlanga, Carlos Grande… Nos emborrachamos y lo pasamos muy bien.

Colabora en la revista estudiantil “La hora”, con una sección fija que se llama “Positivo y Negativo”, que naturalmente se refiere al cine. En el verano de este mismo año, Serrano de Osma quiere hacer una película y Bardem con sus amigos escribe un guion: “Cerco de ira”. La película empieza a rodarse; pero tiene que suspenderse porque se acaba el dinero.

-Es un año de ilusiones que luego resultan fallidas, porque yo quería ir de ayudante de dirección con Serrano de Osma; pero lleva a otro chico del Instituto.

-Y entre tanto, ¿qué decía tu familia?

-Ya puedes imaginarte. Ya estoy en una situación incómoda en casa porque tengo un título de ingeniero en el bolsillo que no utilizo. Vivo en casa de mis padres y un día con otro me dan cinco duritos. Mis compañeros se van colocando, se van casando. Yo seguía sin tomar decisiones, obsesionado con el cine. Mis compañeros de carrera, al referirse a mí, decían que estaba loco.

Cifesa convoca un concurso de guiones para una película en que trabajaría Aurora Bautista.

-Yo escribo un guion, pero no obtengo el premio. Otro fracaso más.

Una productora de cine: Altamira.

Un grupo de amigos, Paulino Garagorri, Joaquín Gurruchaga y otros forman una productora cinematográfica. Bardem entra en la sociedad aportando su trabajo personal.

-Esta productora, que se llama “Altamira”, me ofrece dirigir una película con el guion que había presentado al concurso de Cifesa y que yo había titulado “El cielo no está lejos”. De pronto vi que se me venía encima una responsabilidad tremenda: jugar con el dinero de todos mis amigos, que eran padres de familia. No me atreví a dirigir la película pensando que, si la cosa se daba mal, podría arruinarlos.

Entonces deciden que Berlanga y Bardem estudien y escriban un nuevo guion para dirigirlo los dos. Ya están entregados de lleno a la tarea de escribir el guion cuando le sale a Bardem un empleo de ingeniero en el Instituto de Estudios Agrosociales de Madrid.

-Yo lo acepto; pero a final de año, cuando está a punto de empezarse la película, me despido de mi empleo para dedicarme íntegramente al cine.

Al comenzar el año siguiente se decide que la película no puede hacerse, y Bardem se queda sin empleo y sin película.

-Luis y yo intentamos otro guion, “El hombre vestido de negro”, pensando comenzar el rodaje en las Fallas de Valencia; pero tampoco cuaja el proyecto. Ya no tengo nada. Todos los proyectos se habían venido abajo.

En la Semana Santa de este año de 1950 su amigo Cirilo le presta su moto y Juan Antonio Bardem se va solo de excursión a los Monegros, para estudiar la comarca y tratar de hacer una película.

-Tengo un accidente con la moto y me rompo la nariz. Ese mismo día moría mi amigo Cirilo, en un accidente de ferrocarril, en Asturias.

Bardem se queda en silencio, dándole vueltas a un encendedor que esta sobre la mesa.

-Cirilo era un gran amigo. Me había animado mucho en momentos difíciles cuando yo empezaba a no creer en mi porvenir en el cine.

Poco tiempo después realiza su primera película de prácticas en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas.

-Es una película de 16 milímetros, sin sonido, aunque pretende ser una película de experiencias sonoras. Esa película la hice con Berlanga, con Soria y con Navarro, y se llama “Paseo sobre una guerra antigua”.

No recuerda Bardem que hizo después y se queda mirando al techo, con las piernas cruzadas y cogiéndose un tobillo. En ese momento entra un señor con una carpeta que deposita sobre la mesa de Bardem y se va.

-En la primavera y en el verano empezamos a trabajar Luis y yo en un guion que titulamos “Esa pareja feliz”. Cuando ya estaba terminado y listo para rodar, nuestra empresa productora, “Altamira”, cambió sus planes y comenzó el rodaje de “Día tras día”, de Antonio del Amo. Conozco a Ricardo Muñoz Suay, que va de ayudante con Antonio del Amo.

Paréntesis.

Es un verano horrible, sin perspectivas, Madrid empieza a entrar en el bache del calor y la gente se va al veraneo. En los despachos hay unos cartelitos que dicen: “Cerrado hasta septiembre”.

-Yo estaba desesperado. Una tarde fui con Berlanga al café Gijón. Vimos que había una chica muy bonita sentada en la terraza y nos sentamos en una mesa detrás de ella. Cuando se quedó libre la mesa de al lado nos cambiamos, y de esta manera conocí a María Aguado, mi mujer.

En el otoño comienza el curso del Instituto y Bardem asiste, escribiendo entretanto un nuevo guion: “El buen pastor”. Cuando lo tiene terminado lo envía al concurso del Sindicato del Espectáculo y fracasa de nuevo. El curso termina sin pena ni gloria para él. No obtiene calificaciones brillantes. Lee, se desespera en su lucha por el cine y, siendo ingeniero agrónomo, no tiene ni empleo, ni dinero, sino proyectos que luego se vienen abajo con facilidad.

Sin ir las cosas mal, no acaban de ponerse bien.

La verdad es que Bardem le echaba mucho corazón a su empeño por hacer carrera en el cine. Aquel año de 1951 no empezaba del todo desalentador. Sin ir las cosas mal, no acababan de ponerse bien.

-Empezamos el rodaje de “Esa pareja feliz”, cuya primera visión tiene lugar el día 12 de octubre. La película tuvo muy buena acogida de crítica y amigos, pero es muy mal clasificada, con lo cual el negocio no es bueno. Mis honorarios por la dirección y el guion, que ascendían a 40.000 pesetas, se alejan para cobrarlos un año más tarde.

Había que seguir en la brecha, escribiendo guiones, insistiendo en sus empeños, trabajando sin dejar tiempo a que le metieran un gol. Entonces escribe el guion de “Cómicos” y lo manda al concurso de guiones del Sindicato, donde no se lo premian. En diciembre del mismo año se funda una productora de películas que se llama “U. N. I. N. C. I.”, la cual contrata a Luis García Berlanga y a Juan Antonio Bardem para dirigir una película y escribir el guion correspondiente.

-El guion que nos pidieron tenía que ser para lucimiento artístico de Lolita Sevilla, que entonces tenía mucho éxito como cantante en Villa Rosa. La película tenía que ser graciosa y de ambiente andaluz. Entonces escribimos, “¡Bienvenido, míster Marshall!”.

-Y después de esto ya fue todo fácil, ¿no es eso?

Bardem se ríe, con conformidad, mientras me hace seña con el dedo índice de que no, de que las cosas tuvieron a partir de aquel momento sus complicaciones.

-Déjame que vaya por partes. Así veras que las cosas se complican todavía mucho. Por el guion nos dieron 15.000 pesetas en metálico y 10.000 en acciones de la empresa. Se pensó que la película tenía que ser terminada para el Sábado de Gloria, pero en agosto todavía no se había empezado. Yo pedí que me dieran el dinero de las acciones para poder seguir existiendo. Esto produjo en la empresa un disgusto hacia mí. Entonces me dieron el dinero y yo dejé de pertenecer a la empresa, claro.

Pero como le pasaba siempre, andaba pisándole los talones a la suerte sin que acabara de alcanzarla. Al cabo de unos días de la venta de sus acciones se arreglan las cosas y comienza el rodaje de “¡Bienvenido, míster Marshall!”.

-Ya no me dejaron intervenir a mí. Esto tiene gracia que lo cuente ahora yo, presidente de la “U. N. I. N. C. I.”, productora de la película. Entonces la labor de dirección estuvo a cargo de Berlanga. Para mi esto representaba perder el último autobús, pues el poquísimo crédito que entonces tenía estaba unido al de Luis, por lo cual, estaba separado, yo no contaba nada. Era como si tuviese que empezar de nuevo.

Nuevos intentos.

Va de un lado para otro con el guion de “Cómicos” bajo el brazo, pero no consigue que nadie quiera hacer la película. Intenta llevar al cine “Escuadra hacia la muerte”, de Alfonso Sastre; pero tampoco se interesa nadie. Escribe la adaptación de una novela, “Condenados”, y cuando el proyecto esta a punto de realizarse, se desvía de sus manos y son otras personas las que hacen la película.

El panorama era otra vez tan negro y desalentado y sin dinero, que me refugie en la carrera de ingeniero. Me dan un empleo como secretario de un Congreso Internacional de Industrias Agronómicas que se iba a celebrar a principios de 1953, y voy a trabajar allí viendo que por el camino del cine no acabo de salir a ninguna parte.

Las Navidades y el año nuevo son para Bardem unas fiestas más bien sombrías, en las que ve el horizonte de su provenir cerrado por todas partes. Empieza a pensar que no podrá realizar en el cine lo que hubiera querido hacer y se acuerda del quincallero de Sardeñosa que le había que nunca sería nada.

Un día muy cercano a aquellas fiestas sombrías de Pascua se encontró de pronto sentado a la orilla del éxito: “¡Bienvenido, míster Marshall!” se había estrenado en Madrid y luego en el Festival de Cannes.

3

Sobre la mesa del despacho de Juan Antonio Bardem se acumulan fotografías de actores que solicitan un papel en la próxima película que va a rodar. Con frecuencia entra su secretaria para anunciarle la visita de alguno de ellos que ha sido citado para realizar una prueba ante las cámaras.

Juan Antonio tiene mucha fibra para sostener ese ritmo acelerado de los preparativos de un rodaje. En algunos momentos su despacho parece un cuartel general.

-Bueno, vamos a ver si nos dejan hablar. “¡Bienvenido, míster Marshall!” se presentó en el Festival de Cannes. Yo presiento que allí está mi oportunidad. Antes se había estrenado la película en Madrid con éxito memorable.

El cine, un mundo de aventuras.

El mundo del cine, en cuanto uno se asoma a él, da la sensación de ser resbaladizo, vertiginoso y bastante arbitrario. Un mismo guion puede pasar por distintos autores que escriben la idea original sobre la que otro hace los diálogos, otro pone los chistes y un cuarto modifica algunas secuencias por otra que se le ocurren para que se luzca determinada actriz… Con enorme facilidad convierten un film dramático en un film humorístico.

Benito Perojo había visto “¡Bienvenido, míster Marshall!” pocos días antes del Festival de Cannes, y se apresuro a encargar a Bardem y a Berlanga una adaptación de la zarzuela “Bohemios”, del maestro Amadeo Vives.

-Viene el Festival de Cannes. Naturalmente nadie me invita. Gracias que Miguel Tudela, jefe de producción de Benito Perojo, me presta dinero para que vaya al festival.

La película se premia en el Festival de Cannes como el mejor guion de humor. Bardem participa en cierta medida de este éxito.

Entre tanto, Benito Perojo había cambiado de idea, respecto a la adaptación de “Bohemios” que iban a escribir y dirigir Bardem y Berlanga.

-Entonces escribimos, por encargo de Perojo, un nuevo guion sobre una idea de Edgar Neville. Lo titulamos “Quince años”. La película se tituló después “Novio a la vista” y la dirigió Berlanga.

Para estar en este mundo del cine nos hace falta saber mantenerse muy bien en la cuerda floja de muchas conveniencias insospechadas.

-A raíz del estreno de “Bienvenido”, Eduardo Manzanos me llama y me ofrece una película. Yo le llevo un guion titulado “Carta a Sara”; pero él se interesa más por el guion de “Cómicos”. En Cannes, estando yo en el festival, recibo una llamada telefónica de Manzanos, desde Madrid, diciéndome que hacemos la película. Para mi es como si empezase a amanecer. Las cosas empiezan a rodarme bien.

Rompiendo el hielo.

Había puesto a prueba su vocación y su tenacidad. También había trabajado con ahínco. El hielo empezaba a romper, abriendo camino a sus pies. A su regreso de Cannes, el trabajo remunerado que antes escapaba a sus manos abiertas empezaba a aglomerarse sobre su mesa de escribir.

-Es trabajar en el guion para Berlanga que luego se llamara “Novio a la vista”; es preparar mi película “Cómicos”, cuyo comienzo de rodaje se va retrasando.

En Cannes ha conocido a Manolo Goyanes, que en aquel verano prepara una coproducción con Francia que titula “El torero”. Le encarga a Bardem los diálogos españoles de la versión francesa.

Es el momento de dar el mayor rendimiento posible, de asistir a todas las bazas que se presenten, de tirar a todas las piezas que le entren.

-Hay también otro productor que me compra “Carta a Sara”, y que me contrata para dirigirla. Además, con Alfonso Paso y José Luis Dibildos escribo el guion de “Felices Pascuas”, que Exclusivas Floralva me contrata para dirigir. Date cuenta que antes de empezar el rodaje de “Cómicos” ya tengo tres películas esperando.

Su fortuna en el cine había sufrido un cambio radical. El nombre de Bardem empieza a sonar con un valor que veinticuatro horas antes no le habían dado. Esto le anima mucho, y se casa una tarde de junio. Como está esperando de un momento a otro el comienzo del rodaje de “Cómicos” suspende su luna de miel; pero la película no comienza hasta seis meses después.

“Cómicos” suponía para él muchas cosas de su vida familiar, y era como un homenaje a todas ellas.

-La película se rodó en el teatro Fontalba, después de las funciones de la noche. Los decorados de la película eran, naturalmente, camerinos, pasillos, patios de butacas, café de cómicos, estaciones, trenes. Me encontraba con el mundo de mi niñez y de mi adolescencia.

-¿Qué representaba para ti esta película?

-Muchas cosas. Además de un homenaje al mundo de los cómicos, era, por otro lado, un análisis de una situación, y era, también, mi alternativa, mi doctorado, la primera vez que yo podía demostrar públicamente mi manera de hacer y de ver el cine. Era demostrar o intentar demostrar con la cámara y con una historia todas las cosas sobre las cuales yo había teorizado largamente en mis escritos de “La hora”, “Índice” y “Objetivo”.

Para Bardem representaba además una prueba irrefutable de sus posibilidades cinematográficas, puesto que el guion estaba escrito por él y la película iba a realizarse bajo su dirección.

No había lugar a excusas ni a paliativos. Era todo o nada. Por un lado, estaba seguro de si mismo, y por otro sentía todo el enorme peso de su responsabilidad.

-Después de “Cómicos” empiezo el rodaje de “Felices Pascuas”. Llega el Festival de Cannes y me encuentro con que “Cómicos” es seleccionada con otras dos películas españolas: “Todo es posible en Granada” y “Doña Francisquita”.

Entran en el despacho con algunas copias a máquina escritas en inglés y en francés. Bardem habla por teléfono con una casa de películas de París.

-Entonces tú vas a la proyección de “Cómicos” a Cannes…

-No. Estoy en pleno rodaje de “Felices Pascuas” y me es imposible. Como hay tres películas españolas en el Festival, pasan una por la mañana, otra por la tarde y la tercera por la noche. “Cómicos” la proyectan a las diez de la mañana, y la película pasa desapercibida para el jurado del Festival, que ni siquiera estaba presente.

Pero sí está presente la crítica, especialmente la crítica francesa. Esta es la que descubre la película y la apoya y la defiende abiertamente.

-La crítica defiende hasta tal punto la película que llega a hacer una protesta formal, y fuerza al jurado a ver la película, a presenciar su proyección.

En ese momento, y dado el cariz que habían tomado las cosas, Bardem se va al Festival. La película no recibe ninguna distinción: pero, sin embargo, no pasa desapercibida, sino todo lo contrario.

-Se hablaba de ella mucho y bien. Para mi es una desilusión no recibir ningún premio, porque estaba seguro de que la película lo merecía. Me conformo con el ambiente muy favorable que había hacia la película y hacia mí.

Este casi ahogarse en la orilla le da un impulso mayor para seguir adelante en medio de tanta arbitrariedad. Su vocación se robustece y su trabajo se duplica. De París le llaman para que escriba un guion.

-Es un film que puede llamarse “alimenticio”, pues me permite vivir en París unos meses. El guion que me encargan es una versión de “Don Juan” para ser interpretada por Fernandel. No es un guion original mío, sino que yo colaboro en una historia de un guionista francés llamado Maurice Clavel.

Nuevas visitas de actores, algunos de los cuales llegan aún con el maquillaje desde el “plató” de algún estudio donde trabajan. Bardem abre un paréntesis en la conversación para recibirles y escucharlos amablemente.

“Muerte de un ciclista”.

La película “Felices Pascuas” va a Venecia, invitada especialmente por el Circulo Romano del Cinema, que preside Cesare Zavattini. Nace en septiembre su primera hija. Bardem, infatigable, prepara “Muerte de un ciclista”, sobre una idea original de Luis Domínguez de Igoa.

-En Venecia había visto y conocido a Lucía Bosé y ya le había propuesto el hacer esta película, explicándole por encima el tema, que aún no tenía escrito. En principio, Lucía Bosé aceptó el venir a España para hacer la película. En noviembre comienza el rodaje, y una tarde, Goyanes, que es muy amigo de Luis Miguel Dominguín, viene con él al estudio y le presenta a Lucía Bosé. Allí comenzó su historia, que iba a terminar en boda.

Ya han acaparado para él un puesto en el cine, que tiene que defender denodadamente, sin pausa. Ahora son otros los problemas que le sitian, y tiene que resolverlos en medio del trabajo incesante. Durante el rodaje de “Muerte de un ciclista” le llega a Bardem una carta del Festival de Cannes en la que se le nombra miembro del jurado.

Cuando termina el rodaje de “Muerte de un ciclista” tiene Bardem que decidir si manda la película al Festival, oficialmente, en cuyo caso ha de renunciar a ser jurado del mismo.

-Entonces decidí, con el productor Goyanes, presentar la película fuera del Festival.

La película que presenta España es “Marcelino Pan y Vino”.

Bardem se va al Festival como jurado, y uno de aquellos días, en un cine de Cannes, se pasa “Muerte de un ciclista” ante un grupo muy interesante de críticos y de gente del cine. La película tiene un éxito fulminante. Se hacen elogios desmesurados. Al final de aquellas jornadas cinematográficas se produce el segundo hecho insólito: “Muerte de un ciclista”, película que no concursó oficialmente al Festival, se lleva el premio de la Critica Internacional, “ex aequo”, con el film mexicano “Rices”, de Alazraki.

-Se termina el Festival y me vengo corriendo a Madrid con el premio en el bolsillo, porque tengo que participar en las primeras conversaciones cinematográficas de Salamanca. Allí se reunieron un grupo de profesionales del cine, de estudiosos del cinema y de verdaderos aficionados y se hablo sobre todos y cada uno de los problemas de nuestro cine nacional.

Calle Mayor.

Veranea en Las Navas. Puede veranear a condición de seguir trabajando. Allí empieza a escribir el guion de su próxima película, que se llamará “Calle Mayor”.

-La interprete ya la tengo elegida; ya he hablado con ella, al conocerla en Cannes. Le he contado la idea general de la película, y ella esta dispuesta a interpretarla. Es Betsy Blair. Yo hago una gran amistad con ella porque se siente muy conmovida cuando le digo que la recuerdo de una película titulada “Doble vida”, donde ella salía haciendo un papelito que duraba un minuto escaso. Este recuerdo, para una actriz, supone un halago enorme, ya puedes suponerte.

Bardem mira mucho el reloj. Fuera le aguarda un verdadero enjambre de actores que quieren ser contratados para hacer un papel en su próxima película.

-Diez minutos más y suspendemos la conversación hasta mañana, porque tú no sabes lo que son para mí estos días de preparación de rodaje.

Más que los preparativos para rodar una película parecen los preparativos para una guerra. Y es que el arte del cine tiene mucho de espectacular y aparatoso en su preparación. No se sabe quién produce más caos por donde pasa, si los bomberos o la gente del cine.

Terminado el guion de “Calle Mayor”, Juan Antonio Bardem empieza las gestiones para producir esta película. Al estreno se va a París, al estreno de “Muerte de un ciclista”, que tiene un gran éxito. También se pasa “Cómicos”, con el patrocinio de los actores franceses, los cuales invitan a su director a la presentación del film. Madeleine Robinson pronuncia unas palabras preliminares.

-No conquisto París, pero soy admitido. Me hacen diversas ofertas de trabajo para quedarme en Francia y yo las rechazo, supeditando todo para tener el tiempo de buscar alguna historia que pueda ser realmente interesante de llevar al cine.

Empieza el rodaje de “Calle Mayor”, en Madrid. Luego se ruedan exteriores en Palencia.

El rodaje se reanuda en tierras de Cuenca y de Logroño, y la película se termina en París, donde Juan Antonio Bardem hace las mezclas sonoras del film.

-El Comité de Selección del Festival de Venecia elige allí la película para que figurase entre las catorce que concurrirían al Festival aquel año.

“Calle Mayor” tiene en Venecia un éxito clamoroso y le conceden el premio de la Crítica Internacional.

Las entrevistas en los despachos, en el “hall” de un hotel o en las bibliotecas de los personajes son siempre para uno enojosas, porque no hay manera humana de ver al personaje en su movimiento habitual, en actividad, como hemos visto en otras ocasiones al torero, a la actriz, al pintor y a otros muchos profesionales. Así, siendo testigos, durante unos días, de su vida relacionada con el arte, el reportaje es una pura delicia para quien ha de vivirlo primero y escribirlo después.

Del hombre que cuenta su vida desde una butaca pueden decirse, generalmente, muy pocas cosas. En el caso de Bardem no hay en él ninguna vanidad al referir cuanto ha hecho en la vida y en el cine. Había de todo ello como si se tratase de una historia que le fuese ajena, quizá porque no considera que ha hecho todavía lo que quiere hacer, sino lo que quisieron que hiciese.

Suspendemos la conversación y le dejamos con las visitas que le aguardan.

4

Tarde de domingo, con Bardem en su casa. Cuadros de Picasso, dedicados. Muchas y curiosas piezas de cerámica popular mexicana.

-Las traje cuando fui a rodar “Sonatas”.

Un Ribera y varias litografías mexicanas decoran las paredes. En el “hall” están colocados los cuadros, y algunos carteles de sus películas. La casa tiene gran empaque, que le da la elección de los muebles y de los objetos que la decoran.

Nos sentamos ante la chimenea que esta apagada. Bardem, que ha almorzado en casa de sus padres, fuma un puro. De vez en cuando se golpea con los nudillos la escayola que le cubre el pecho. Parece que llama a una puerta.

-En noviembre nace mi hijo Juan. Yo ando buscando ya asunto para mi próxima película y al final me decido a escribir el guion sobre una idea que tenía desde hacía muchos años. Esta historia consistía en contar los trabajos y los días de una de esas cuadrillas de segadores que, bajando de Galicia o subiendo de Andalucía, van a Castilla.

Entonces escribe “Los segadores”. Durante la primavera se dedica a localizar los lugares en que transcurriría la acción de la película. Viaja por la Mancha.

-Es una película muy costosa porque va a filmarse en color siendo necesario viajar por muchos lugares de la geografía española arrastrando un equipo muy considerable.

Esta película, a la que luego tendría que cambiar el título, se llamaría “La venganza”.

-Para mí fue una experiencia maravillosa el trabajar de sol a sol en medio de España, en lo que es la verdadera tierra española. Era conocer, retratándolo, el país de uno… fue quizá este el mayor empeño de mi historia de director de cine.

-¿Qué intentabas hacer con la película? ¿Quizá periodismo cinematográfico?

Bardem chupa del puro y luego lo destripa, apretándolo contra el cenicero que hemos colocado en el diván, entre los dos.

-Con esta película y con otras que tenía pensadas tenía el propósito de hacer como frescos los diferentes oficios colectivos de la tierra española. Luego se ha demostrado que, a nuestro cine, comercialmente, no es permisible una película de más de hora y media de duración y estas películas en que yo pensaba tenían que durar por lo menos el doble.

En febrero nace su hijo Rafael y en mayo va “La venganza” al Festival de Cannes, donde Bardem vuelve a recibir por el conjunto de su obra, el premio de la Crítica Internacional. El gran éxito de “La venganza” es que la MetroGoldwyn-Mayer compra para distribuirla en todo el mundo.

Una productora y un guion para Luis Miguel Dominguín.

Un grupo de amigos se reúnen para formar una productora cinematográfica, utilizando una casa ya existente: U. N. I. N. C. I., que había producido “¡Bienvenido, míster Marshall!”

-Hay un propósito y es que yo escriba una película de toros para que la protagonice Luis Miguel Dominguín. Es entonces cuando escribo un guion titulado “La fiera”, que no llega a hacerse por razones de orden financiero, ya que el film resultaba excesivamente caro.

La tarde se ha cerrado en agua. Llueve sobre la terraza.

-Deja que llueva, que eso me conviene para comenzar el rodaje de mi próxima película. Me conviene el cielo nublado.

Esta es una tarde como de Asturias, en la que apenas se tienen ganas de hablar. Barde parece cansado de su propia historia.

-Yo estaba ya en contacto con Manolo Barbachano Ponce, joven productor mexicano, con dos películas laureadas en los Festivales de Cannes y Venecia. Habíamos pensado hacer una coproducción con México y le estuvimos dando vueltas al argumento posible.

“Sonatas”.

Llegamos a “Sonatas”, película con la que Bardem no tuvo éxito, quizá porque se le pidió en este film empeños que el propio Bardem no había perseguido.

-¿Cómo fue el que hicieses “Sonatas”?

-Por esa coproducción de que te hablé. Entonces llegamos a la conclusión de que podríamos hacer la Sonata de Estío en México y la Sonata de Otoño en Galicia. Yo me puse a trabajar en ello y en enero de 1959 fui a México para empezar a filmar, cosa que no es fácil, porque el Sindicato de directores mexicano es muy estricto para la admisión de directores extranjeros.

Cuatro meses en México, trabajando en la segunda mitad de la película. Antes de volver a España, pasa por Hollywood por

Cuatro meses en México, trabajando en la segunda mitad de la película. Antes de volver a España, pasa por Hollywood por dos motivos. El primero, porque “La venganza” está nominada para el “Óscar” a la mejor película extranjera junto con otras cuatro candidatas. En segundo lugar, porque tenía que celebrar conversaciones sobre los términos de la proposición que le habían hecho para filmar una película americana.

-Lo del “Óscar” salió mal porque no me lo dieron, cosa que no me sorprendió porque no lo esperaba. Lo del contrato salió bien porque tengo el compromiso en firme de filmar una película americana en España.

Sigue lloviendo. Bardem está con su brazo escayolado sobre el respaldo de una butaca. Ahora suenan golpes en la puerta de la calle.

-Espérate, que están ahí los niños, que vienen de una fiesta infantil.

Los niños, que vuelven acompañados de la abuela y de la madre, toman oficialmente la casa. El padre les habla como un amigo, como otro chico más, en su mismo lenguaje infantil.

-Bueno, ahora ya va a ser un poco más difícil continuar, porque los domingos se van las chicas del servicio y tenemos que cuidar mi mujer y yo de los chicos. Habíamos quedado en que yo vuelvo a España para seguir filmando “Sonatas”. Es cuando me rompo el brazo y casi me quedo manco. Pienso que ha podido ser una maldición de Valle-Inclán. Esto ocurrió al caerme en un foso del Pazo de Oca.

Termina la película escayolado y así se va al Festival de Venecia, donde la película tuvo una acogida realmente desfavorable.

-Vuelvo a España, donde es muy aireada esa mala acogida de la película. Mi brazo sigue mal y hay un momento desmoralizador en que veo que voy a perder el juego de la mano. Luego estas cosas, gracias a los doctores Nicolas Cimarra y Julián Zúñiga, se arreglan.

“Las cinco de la tarde” y otras cosas.

Ahora empieza Bardem una nueva película titulada “Las cinco de la tarde”, título lorquiano. El guion está basado en aquel otro suyo, “La fiera”, que no llego a filmarse, y en el drama de Alfonso Sastre “La cornada”.

-Es una película que distribuirá mundialmente la MetroGoldwyn-Mayer.

Bardem me dice que ya terminado el esquema de lo que es su vida, un esquema que quizá desencante a ciertos lectores que también en la vida de Bardem, como en su cine, esperan siempre encontrar otra cosa.

-Yo no sé cómo me habéis hecho a mi este reportaje, puesto que aún estoy empezando mi obra.

-Hasta ahora, ¿qué has querido hacer en el cine?

-Lo primero, hacer cine. Es decir, contar de un modo cinematográfico historias. Lo que es que el lenguaje del cine está compuesto por términos de luz.

Vamos derechos a la tesis de todas estas historias que se propone el director contar en su cine.

-La tesis es el hombre. La idea es no hacer el arte por el arte, cosa en la que no creo, sino que me parece objetivamente imposible. El artista es siempre un hombre comprometido de un modo u otro con la sociedad en que vive. El problema, como siempre, es elegir, decidirse por hacer historias que no perturben la pacifica digestión de los burgueses.

Ahora Bardem se incorpora en la butaca como si le hubieses pinchado en la espalda. Se ajusta las gafas a la nariz.

-… Historias que ayuden un poco más a adormecer la conciencia del espectador o a hacerle escapar del mundo en que vive. La elección está entre eso o considerar el cine como un vehículo cultural y hacer que este sea o sirva como testimonio de un momento humano. Se trata, por tanto, de contar historia de seres humanos; pero no sustrayendo a esos seres humanos de su realidad, sino haciéndoles vivir en ella y explicándola.

-¿Cuál es el reproche que haces tú al cine en general?

-Pues que gran parte de las películas que se ven no son de seres humanos, sino de muñecos, puesto que están separados de su realidad, sin estar influidos por ella. Una queda forzosamente aprisionado en ese dilema del cine en el que hay que considerarlo como mercancía o como producto cultural. Hay que decir que las películas son algo en la historia del cine (las que han representado algo por su verdad o por su belleza o por ambas cosas), porque se han producido a pasar de la tiranía comercial.

Ahora Bardem se levanta y empieza a mirar a la calle por entre las cortinas de los balcones.

-En todas mis películas -dice como si hablase consigo mismo- siempre hay un tema dominante. Es el tema de la solidaridad humana. Creo que en la medida que yo haya obtenido la mínima reacción del espectador con ello, me puedo considerar satisfecho.

-¿Cuál crees tú que es tu ascendencia como director?

-Mi cine intenta ser personal, pero esto no implica el que influyan sobre mi una serie de maestros. No se puede decir que yo formalmente tome como modelo a uno determinado. Mi línea podría explicarse diciendo que yo pretendo contar estas historias con la máxima belleza y también con una máxima economía de medios expresivos. En ese sentido, creo que en toda mi obra hay un desprendimiento constante de un cierto barroquismo inicial. Es siempre la tendencia al clasicismo. Esa influencia de los maestros se refiere exclusivamente a la forma, porque el contenido se desprende de mi particular visión del mundo y es la resultante de un cierto proceso cultural y social.

Escogemos algunas fotografías para ilustrar este reportaje entre las muchas que guarda en dos grandes cajas. Separamos algunas de “Sonatas”.

-¿Qué intentaste conseguir en “Sonatas” y qué te movió a realizar esa película?

-Una de las razones por las cuales me paso al siglo XIX es porque las posibilidades de la presión de un tema actual uno quiere tocarlo con proximidad, son bastante limitadas. Esto lo digo por la experiencia de otras películas que he hecho. Situando “mis” “Sonatas” en el siglo XIX tenía un terreno rico de posibilidades donde se podía encontrar siempre una resonancia histórica.

Bardem cierra las cajas de las fotografías y sentencias:

-Mira, si “Sonatas” pretende ser algo, pretende ser la historia de un hombre español del siglo XIX en busca de la libertad. Ahora, para no matar al paciente, y el paciente es siempre el espectador. Este tipo de temas solo es permisible en dosis muy pequeñas. Las “Sonatas”, de Valle-Inclán, le prestaban al tema su barroca envoltura formal.

Le digo que posiblemente el espectador ha querido ver en “Sonatas” una ilustración puntual de la obra de Valle-Inclán.

-En ese caso puede sentirse defraudado, lo cual es injusto, porque mi intención no fue numerosa. Tengo al cine por mucho más que un instrumento mecánico e intermediario para difundir la letra impresa.

-Entonces… ¿qué debe ver el espectador?

-Lo que realmente es “Sonatas”: la historia de un egoísta al que la realidad de su tiempo le hace, al final, solidarizarse con su prójimo. Como todas las películas que he hecho y haré adolece de un conjunto de defectos que yo personalmente no creo que superen a cualquiera otras de mi obra cinematográfica.

En las librerías de esta casa hay libros de autores jóvenes y cuadros de muchachos que prometen, y esculturas y dibujos de artistas que empiezan.

-¿Consideras tu cine de vanguardia?

-En la medida que tú creas que este cine que yo hago sirve para sacudir un poco la conciencia adormecida de los espectadores si puede ser, aunque la palabra vanguardismo está muy desacreditada y le obliga a uno a pensar en cierta rebusca de audacias formales. En este caso, no. Mi forma de cine es siempre congruente con la historia que intento narrar. Esa forma varía en cada película.

Vamos aproximadamente a la puerta. Volvemos a ver algunos de los carteles anunciadores de sus principales películas.

Le pregunto a Juan Antonio Bardem que si cree que ha hecho ya en cine lo que quería hacer.

-No, en absoluto. Hasta ahora es una formula de compromiso entre lo que quiero y lo que puedo.

Por los rincones de la memoria buscamos alguna pregunta más.

Hablamos de los escritores frente al cine. Juan Antonio Bardem dice que la “inteligencia” española ha desamparado siempre nuestro cine.

-Muchas veces lo ha ignorado. En general, lo menosprecia. El intelectual español ha desasistido el fenómeno llamado cine, y, por consiguiente, a su minúscula porción que es el cine español. Mal o bien -más mal que bien-, a trancas y a barrancas, este cine nuestro ha crecido y ahora el intelectual pretende pontificar sobre él.

Hasta cierto punto nada más estamos de acuerdo. Porque también es verdad que el intelectual español no ha sido nunca llamado al mundo del cine como escritor, y, en general, así han ido las cosas.